Abruptamente las salas de clases se trasladaron a los hogares, los libros y lápices fueron reemplazados por pantallas digitales y la relación entre los profesores y sus alumnos quedó condicionada a través de aplicaciones móviles y a larga distancia. Desde marzo de 2020 a la fecha, expertos y autoridades han analizado cómo la pandemia ha impactado negativamente en distintos ámbitos, desde la deserción escolar, bajos niveles de aprendizaje, hasta en el desarrollo de las habilidades socioemocionales.
Respecto a la deserción a nivel nacional, y de acuerdo a los datos entregados por el Ministerio de Educación en el mes de abril, durante el 2020 más de 186 mil niños y jóvenes entre los 5 y 21 años abandonaron el sistema escolar y otros 39.498 niños y niñas no se matricularon en ningún establecimiento escolar este 2021.
La neuropsiquiatra infanto juvenil de la Universidad de Chile y especialista en neurociencias aplicadas a la educación, Amanda Céspedes, realiza un profundo análisis sobre la situación de la salud mental de las comunidades educativas. “Lo primero es entender que esta no es una situación normal, estamos viviendo una situación anormal y eso tiene efectos importantes en la salud mental de todas las personas, sean niños, jóvenes o adultos. Por esto, los establecimientos deben dar flexibilidad a la comunidad escolar para adaptarse a una situación gravemente anómala”.
La experta comenta que uno de los factores que está influyendo negativamente en las comunidades escolares es el contexto general, ya que después de 14 meses de pandemia, la sensación de agobio y cansancio es muy potente. “A mayor vulnerabilidad social, mayor es el grado de pérdida de bienestar”, explica. Por otro lado, dice que otro factor que influye, pero de manera positiva, es el grado de resiliencia de las familias y de los establecimientos educacionales, de absorber el impacto del estrés.
“A lo largo de este período, he podido observar que hay familias que trabajan en no quebrarse, en no romperse, y eso es admirable. Como también hay colegios que han sido extraordinariamente resilientes y flexibles en términos de poder aliviar la carga laboral docente y la situación de los niños y sus familias. Ellos dan el ejemplo para enfrentar estos momentos difíciles”, comenta la especialista.
Ambientes seguros para evitar el estrés
Respecto a los efectos más negativos, Amanda explica que hay ciertos signos de alerta e indicadores del estrés, como los trastornos del sueño, miedos nocturnos, trastornos de alimentación e irritabilidad. En el caso de los jóvenes, la primera señal es el absentismo escolar, lo que significa que un estudiante se conecta a la clase, el profesor lo ve presente, pero en realidad “el alumno no tiene los sentidos puestos en la sesión, entonces no aprende”. Adicionalmente dice que se ha observado mucha adicción a los videojuegos en el caso de los hombres, y una conexión muy alta a redes sociales como TikTok e Instagram, en el caso de las mujeres.
Céspedes señala que la mejor estrategia para prevenir el estrés en los niños es que los adultos sean capaces de crear ambientes de seguridad emocional. “En primer lugar, los padres y docentes deben focalizarse en los niños y ser sensibles en cuanto a sus sentimientos y habilidades emocionales porque hoy están exacerbadas. El otro elemento es la capacidad de escucha, los niños necesitan ser escuchados. Un ambiente de seguridad emocional es un ambiente donde todos contribuyen a solucionar los conflictos”.
Pero ¿cómo se crea un ambiente de seguridad emocional? La doctora comenta que no es tarea fácil ni para los padres ni para los docentes poder contener la situación, ya que también se han visto afectados emocionalmente. “Tenemos que sacar de nuestro interior las emociones perturbadoras porque cuando el miedo, la angustia, la incertidumbre y la rabia se apoderan de nosotros, se generan efectos tóxicos en nuestro organismo”, explica.
Además, señala que “a través de la confianza y de la esperanza es posible crear ambientes de seguridad emocional, hay que buscar un estado de calma, de sosiego y esperanza. Ese estado es acogedor para el resto. Un estado de calma permite escuchar, ser sensible, ponerse en el lugar del otro y es clave que esto se lleve a cabo en todo lugar donde hay menores de edad”.
Para combatir la angustia y el miedo, la especialista recomienda que tanto docentes, apoderados y niños implementen técnicas de respiración y relajación. Por otro lado recalca la importancia de cuidar la alimentación, el buen sueño y no dejar de desarrollar actividad física. La Fundación Educacional Amanda, entidad que preside y que trabaja por el bienestar de niños y adolescentes, abrirá a fines del mes de mayo distintos cursos para combatir los efectos de la angustia.
Otra iniciativa que busca promover experiencias centradas en la educación socioemocional es la campaña “Emociones primero” de Educación 2020. En el siguiente link se pueden encontrar testimonios, guías y seminarios para que equipos directivos, docentes y familias puedan trabajar en estrategias que contribuyan al bienestar.
Finalmente, Amanda Céspedes hace un llamado a las comunidades escolares a cuidar de sus estudiantes y tener esperanza. “Tenemos que tener fe en que esto va a pasar y ser responsables. Ser líder es una responsabilidad, y un buen líder prioriza el verbo cuidar, no el verbo exigir. El líder educativo tiene que cuidar a sus docentes, cuidar a las mujeres profesoras que están muy exigidas por el cuidado de las familias, y cuidar a sus estudiantes”.