Si hay un momento único e irrepetible en el desarrollo del ser humano, son los primeros cinco años de vida. El cerebro de un bebé puede generar más de un millón de nuevas conexiones neuronales por segundo; un ritmo que nunca vuelve a alcanzarse, y que sirve para aprender los pilares esenciales que necesita una persona para desenvolverse en el mundo: desde el dominio del lenguaje hasta la base de las habilidades sociales, cognitivas y emocionales. Pero, ¿qué ocurre cuando este período crucial se ve marcado con un evento adverso o traumático como un terremoto, o una pandemia? Esa es la interrogante que la psicóloga educacional y académica chilena Marigen Narea ha estudiado en los últimos años.
La investigadora de la Pontificia Universidad Católica de Chile se interesó en la infancia temprana a partir de su primera experiencia laboral. “Comencé trabajando en el programa Penta UC en el que seleccionábamos a niños talentosos de colegios de Puente Alto y La Florida para que asistieran a clases con profesores universitarios. Lo que más me impactó fue que, al presentar el programa a las familias, muchos padres me decían: ‘Yo tenía esas mismas habilidades, pero nadie me ayudó’. Ahí me convencí de que debemos llegar lo antes posible con oportunidades”, cuenta la psicóloga.
Desde entonces, las investigaciones de Marigen se han centrado en el impacto de las políticas públicas y programas educativos en el desarrollo infantil, especialmente en familias vulnerables. Sus líneas de investigación incluyen políticas de primera infancia, educación preescolar, equilibrio familia/trabajo y evaluación de programas psico-sociales, usando encuestas longitudinales y métodos cuantitativos, así como enfoques cualitativos.
La pandemia en Chile: una investigación única
En 2017, gracias al fondo ANID PIA entró en funcionamiento el Centro de Estudios Avanzados sobre Justicia Educacional (CJE), desde donde Marigen comenzó a liderar un proyecto único que seguiría a 1.000 familias chilenas durante diez años, estudiando cómo crecen los niños y niñas en el país. “Recorrimos cada comuna de Santiago, reuniéndonos conlos distintos Servicios de Salud de la region Metropolitana y convenciéndolos de que nos dejaran contactar a las familias. Luego, contamos a las familias y las invitamos a participar del estudio. Sólo eso nos tomó alrededor de un año y medio”, recuerda la psicóloga.
En 2019 comenzaron el estudio, visitando a las familias durante horas, entrevistando a las madres y analizando las interacciones con sus hijos. Pero pocos meses después, llegó la pandemia, las cuarentenas y el encierro. Su investigación, que al principio parecía haber fracasado, se transformó en una oportunidad única.
“Adaptamos con mi equipo rápidamente la investigación, y hoy podemos observar consecuencias significativas de la pandemia en la primera infancia en Chile. Descubrimos, por ejemplo, que las familias con mayor acceso a áreas verdes pudieron navegar mejor el estrés durante la emergencia. También, que los jardines infantiles fueron clave, no sólo brindando apoyo emocional, sino también proporcionando alimentos. Otro hallazgo es que aquellos niños que regresaron antes a las salas cuna no experimentaron la misma pérdida de aprendizaje que los que tardaron más en regresar”, explica la psicóloga, que ya ha publicado varios papers a raíz de la investigación.
Harvard DRCLAS – Luksic Visiting Scholar
Inspirada en esta experiencia, Marigen Narea fue seleccionada para el programa Harvard DRCLAS Luksic Visiting Scholar del área de Formación Internacional de Fundación Luksic. Una oportunidad que permite a investigadores chilenos pasar seis meses en el David Rockefeller Center for Latin American Studies (DRCLAS) de la prestigiosa universidad de Estados Unidos profundizando una investigación del área de su interés.
“Lamentablemente si miramos a 20, 30 o 50 años en el futuro, este tipo de desastres socionaturales serán cada vez más frecuentes, principalmente por el cambio climático. Entonces, es necesario pensar en el futuro y en cómo estar preparados. Tal como sucedió con esta cohorte que estamos estudiando en Santiago, muchas otras experiencias pueden estarse desarrollando en el mundo. ¿Qué debemos observar a futuro? ¿Qué mecanismos pueden estar afectando el desarrollo infantil? ¿Cómo pueden las políticas públicas mitigar estos efectos? son las preguntas que quiero abordar”, cuenta la psicóloga que desde septiembre de este año está instalada en el campus en Cambridge, Massachussett.
La experiencia busca que los participantes compartan con otros académicos, intercambien conocimientos y experiencias que los apoyen en el desarrollo de sus investigaciones. “Estar aquí ha sido increíble; me ha brindado una plataforma para conocer a muchos investigadores. Por ejemplo, ya comencé junto a colegas de varias universidades una revisión sistemática sobre cómo los peaks de calor afectan el desarrollo infantil. En América Latina enfrentamos muchos desafíos comunes relacionados con el cambio climático, y este espacio nos permite trabajar colaborativamente basándonos en esas experiencias”.
El principal objetivo de Marigen es que estas investigaciones y análisis se traduzcan en políticas públicas que ayuden a mitigar los impactos del cambio climático y los desastres socionaturales en niños pequeños en Chile. “A menudo se cuestiona el verdadero impacto de las experiencias a edades tan tempranas como los 1 o 2 años, cuando los niños apenas hablan, pero el estrés se queda bajo la piel”, dice Marigen. “Quizás los recuerdos no permanezcan, pero el desarrollo humano es social, en espiral, acumulativo, y ocurre en relación con los demás. No se trata solo de lo que hacemos, sino de cómo esas experiencias tempranas, aunque invisibles, dejan huellas profundas y duraderas. Como adultos, es nuestra responsabilidad hacernos cargo de ellas”.